miércoles, 26 de noviembre de 2008

Entrevista con Ginés Liébana - ABC



Publicado en ABC

18-11-2007 03:29:29

Ginés Liébana _ Pintor y miembro del Grupo Cántico: «Córdoba siempre se destruye a sí misma»

TEXTO: ARISTÓTELES MORENO



MADRID. Su vivienda dice mucho del universo creativo de este personaje quijotesco y extravagante. Cualquiera diría que en la tercera planta de un edificio insípido cercano a Plaza de Castilla, se ubica esta casa abigarrada y laberíntica, a caballo entre un taller de pintura y un anticuario. No hay un palmo de pared sin un lienzo. Pero no se percibe excesivo desorden. Sólo una atmósfera tenue y cálida.

Ginés Liébana es un personaje de otra época. A sus 86 años conserva una sorprendente agilidad y exhibe aún una pasión incontenible por el arte. Disparatado, extraordinariamente lúcido por momentos, y, sobre todo, surrealista, tiene la virtud de dinamitar cualquier cuestionario. Como es el caso.

«En Torredonjimeno, donde nací, descubrí el surrealismo. Esas cosas de Semana Santa en los pueblos son auténticos absurdos. Las cosas, cuando son de los pobres, tienen imaginación. Luego, cuando se vuelven ricos, ya no la necesitan».

Liébana rinde auténtica devoción por Torredonjimeno, pero también por Valenzuela, el pueblo de su madre, de quien heredó esa tendencia indisimulada al histrionismo. «De ahí viene mi forma de ser: una forma disparatada, donde cuenta mucho el absurdo y una chispa de humor. En Valenzuela no había nada, ni conventos ni prostíbulos, sólo tabernas y entierros, que eran la fiesta del pueblo».

Grupo Cántico

Habla despacio, casi susurrando, como si estuviera contando un cuento de hadas y misterios, salvo cuando se refiere al episodio más trágico de su vida, por el que pasa, sin embargo, sin ánimo de detenerse. Su padre y su hermano fueron fusilados por las tropas sublevadas en Córdoba por «envidia» y «cainismo» y, tras el duro golpe, su madre decidió ingresar en un convento carmelita, donde transcurrió ya el resto de sus días.

Ginés Liébana había arribado a Córdoba con 5 años. Más tarde estudió bachiller y se matriculó en la Escuela de Arte y Oficio. Contactó poco después con Ricardo Molina y Pablo García Baena, a quien conoció en 1932. «Paseábamos por las calles de Córdoba, que entonces no tenían coches. Ricardo Molina era el personaje más inteligente y con más sentido del humor y capacidad de trabajo que he conocido. García Baena tenía un talento escondido, porque nunca hacía alarde de ello».

-¿Cómo recuerda Córdoba?

-La ciudad más elegante que he visto. Pero la ha ido perdiendo. No entiendo cómo Córdoba se destruye a sí misma, y eso tiene tela. Destruir la Plaza de Toros, el Hotel Regina, la casa de Julio Romero, donde la Junta ha empaquetado todo y lo tiene en cajas. Y era una casa entre húmeda y sensual, romántica, misteriosa y mística.

Entre risotadas explosivas y evocaciones fragmentarias de su intensísima vida viajera, Ginés Liébana vuelve una y otra vez a Córdoba y a un lamento quejoso por la desaparición de sus palacios y sus casas señoriales.

«Cómo era el Palacio de Doña Blanca Alvear, que estaba en la calle Sevilla, con su mármol blanco, y en cuyo lugar han hecho un supermercado espantoso. Y en la Plaza de San Felipe, que era de Aníbal González, uno de los arquitectos de la Expo de Sevilla, y la han quitado para poner ese mamotreto de piedra. Eso demuestra la burricia que hay. Eso es perseguir la inteligencia, como Franco. Así lo han ido destrozando todo para poner lo que yo llamo el arte «contempoerróneo»».

-¿Supo que quería ser pintor desde pequeño?

-Sí. Eso es cierto. Cuando era pequeño pintaba procesiones. Pero era muy torpe. Siempre he sido mal dibujante y mal pintor, pero he aprendido trabajando. Todo es cuestión de trabajo.

A los 21 años se presentó en el semanario «El Español», en Madrid, donde fue contratado como dibujante. Allí contactó con los intelectuales de la época, muchos de ellos postrados por el desastre de la Guerra Civil y la extrema dureza de la posguerra. Conoció a Cela, Vázquez Díaz, Fernández Flores, Solana y toda la pomada creativa de la época, cuyos nombres circulan incesantemente por sus recuerdos.

«Íbamos a casa de Baroja o de Solana. Eran intelectuales que habían respirado el 27 y el siglo XIX, que es de una grandeza en pintura y escritura que no se volverá a repetir».

Un exilio alegre

En el año 1950 se trasladó a vivir a París como «exiliado alegre». «Me fui de la dictadura de Franco, que era espantosa, y me encontré con la dictadura del arte abstracto. Yo no he hecho compromiso político ninguno en nada», puntualiza.

-¿Por qué?

-Porque me parece ridículo. Yo puedo comprometerme a las cinco de la tarde, pero a las ocho lo que quiero es tomarme una cerveza. A lo mejor, en un momento me pongo a rezar, y a las once soy un blasfemo. El compromiso siempre me ha hecho reír. Como la utopía.

-¿Qué le ha dado el arte?

-Todo. El arte está por encima del amor. Me gusta desaprender. La torpeza es lo más bello que existe.

-¿Se siente un pintor de cámara?

-No, que va (risas). Me siento un pintor de cama de matrimonio (risas). Otra de las estupideces del arte contemporáneo es el desprecio del retrato.

-¿Talento o trabajo?

-Trabajo. Lo gracioso es eso que dicen: «Tiene mucha personalidad». Eso ya me parte de risa.

-¿Cómo se ve Córdoba desde lejos?

-Yo no soy nostálgico. Porque a mí me gusta mucho el mal gusto. Si no fuera por el mal gusto no me reiría tanto. Y me da risa ver en Córdoba cuando dicen eso de las «nuevas tendencias del arte». Y no pega. Porque Córdoba es señera. Hay gente que dice: «Estamos haciendo el arte de las tendencias artísticas». Y ponen dos o tres manchas en el papel y hacen museos y todo. Lo más noble es el dibujo. El arte abstracto está convirtiendo el cuadro en un objeto bancario. A mí no me importa que hagan cosas modernas, pero que las hagan en el campo.

-¿De qué nos salva el humor?

-De todo. Es lo mejor que hay.

-¿Es usted un pintor demodé?

-Es tan singular lo que hago que ya no se parece a nada. Demodé es el arte abstracto porque se ha convertido en algo convencional. Yo soy surrealista. Me gusta el absurdo y el humor.

-¿Para qué sirve el optimismo?

-El secreto está en quedarte siempre vacío. Todo lo que se queda dentro de ti se pudre.

-¿Qué le queda por hacer?

-Publicar todo lo que tengo. ¿Quiere que le lea algo?

Ginés Liébana levanta su cuerpo enjuto, se vuelca sobre una torre de carpetas apiladas en la mesa y declama un poema luminoso y surrealista. Cuando advierte que ya es la hora y que debo tomar el tren de las dos de vuelta a Córdoba, me acompaña amablemente a la puerta y lamenta que no disponga de más tiempo. «¿De verdad no quiere un cava?».

Los ángeles de Ginés Liébana






Fotos de cuadros de Ginés Liébana -uno-





lunes, 24 de noviembre de 2008

La equis mística - Ginés Liébana


Ginés Liébana. Foto: J. Martínez

De todas las facetas creadoras de Ginés Liébana (pintor, dramaturgo, prosista, poeta) la más conocida es la primera, iniciada en la revista Cántico junto a Pablo García Baena y los demás del grupo, pero sus escritos forman una parte esencial de su arte, la más libre sin duda. Lo viene a confirmar, a sus 84 años, con los textos de La equis mística, verdadero torrente de imaginación y creatividad verbal desatada, que ofrece a ratos sorprendentes hallazgos sensoriales y que desemboca en una afirmación vitalista de la emoción y el sentimiento: “Con mi mano en la aldaba de la puerta del centro maestro/ intercambio el animalario con las zonas dotadas del alma”.
Entre los muy variados testimonios del automatismo irracionalista que nos ofrece el autor en La equis mística brillan certeros hallazgos –“Sin agua quieta no hay narciso”– y reflexiones de insólita lucidez: “Gustar el sabor oleoso y amargo de la oliva apesadumbra por estar cercano a la corrupción”. El humor vanguardista anima el patente esfuerzo por afirmar, siempre al sesgo y por sorpresa, la alegría, el erotismo o la amistad, como en este homenaje del pintor poeta a José Hierro, poeta pintor: “Pepe, picuda raspa que llena el papel de instantes/ con simientes manchadas de brillantes / que desdibuja rostros insertos en el escafandraje/ de rayas desgarradas”.

Francisco DÍAZ DE CASTRO

jueves, 20 de noviembre de 2008

Lo que dicen algunos de Ginés Liébana


Hombre de sencillez conmovedora, y artista completo, nació en Torredonjimeno en 1921, trasladándose a los cinco años con su familia a Córdoba, ciudad que le tiene por suyo, y donde aprendió el oficio de vivir y de crear. Es, con Pablo García Baena, quien inicia el grupo Cántico, primera avanzada de la poesía de posguerra andaluza, baluarte de libertad e independencia, considerado hoy como un movimiento capital en la cultura española. En 1940 se traslada a Madrid, en cuya bohemia se forja como pintor, ganándose la vida como ilustrador del desaparecido semanario “El Español”, y en 1950 se exilia en París, donde permanece cuatro años, estableciendo luego su residencia en Río de Janeiro y Lisboa. A Madrid regresa en los años 60, donde se establece definitivamente, si bien sin perder nunca su conexión con Córdoba.

Considerado como uno de los dibujantes más precisos y perfectos del siglo XX en España, de exaltar su obra se han encargado escritores como César González-Ruano, Raúl del Pozo, Francisco Nieva, Carlos Edmundo de Ory, José Hierro o Antonio Gala y Francisco Umbral. Él mismo es autor de numerosas obras, tanto de teatro como de poesía, a partir de la que fuese su obra primera, El árbol en la alcoba (1989): El navegante que se quedó en Toledo (1986), Penumbrales de la Romeraca (1990), Bye. bye, lágrimas (1990, en colaboración con Silvia Marsó y Carlos Villarrubia), El mueble obrero (1990) etc, obras a las que hay que agregar otras tantas, recientemente aparecidas: La tienda de las ambigüedades (2001), Travesía de la humedad (2003) y Bestiamente (2006).

Su pintura, mágica y simbólica, miniaturista, intensa y sensual, constituye la mejor metáfora de la esencia y modo de ser y sentir andaluces. En 2005 le fue concedida la Medalla de Oro de Bellas Artes a su magna labor y dilatadísima trayectoria.

lunes, 3 de noviembre de 2008

Casa Real -La medalla para Ginés

Casa de Su Majestad el Rey de España

19 Nov 2008 ... Entrega del Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana ... Julio Aumente y Mario López y los pintores Miguel del Moral y Ginés Liébana, ...

Brujo, manierista y sabio

Enlace a la blog en donde aparece esta entrada y la cual agradecemos de corazón:

(Hoy se inagura en Cuenca una Exposición de Ginés Liébana. He tenido la suerte de que este texto de abajo esté incluido en el catálogo, acompañando, con cierto temor, otros textos de excelsos compañeros de páginas, por lo menos en este libro, como González-Ruano, Paco Umbral, Raúl del Pozo, Antonio Gala, Paco Nieva, Pepe Hierro, Luís Antonio de Villena, Luís Alberto de Cuenca, Pablo García Baena...)

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Ginés, pintor soñado por Wilde, el mago cuyos retratos van cambiando levemente, como si de materia vivísima se tratase, con el correr de los años y para sorpresa del retratado. Es por ello que a muchos les falte el marco, bendecidos por la posibilidad de romper las fronteras del lienzo, salir y unirse a las tertulias, las buenas, las que son en la cocina en torno a un puchero de lentejas manieristas.

Liébana es un collage entre veneciano, flamenco y la mejor escuela española que, como un saltimbanqui, remueve a favor de un surrealismo de máscaras brillante y descarado. Como dibujante es un mani-alado, creando ejércitos de ángeles siempre en lucha contra la dictadura del arte abstracto. Pero ahí no que queda la cosa: también es poeta que recoge toda la sabiduría popular y la pasa por el filtro de lo exquisito. Leer a Ginés es caminar por páginas mientras recogemos los frutos que son para nosotros queridos, un caminar por manglares siempre cambiantes en su significado –todos reales y siempre fértiles- que se revuelven frente a la corrupción de lo existencial –la metafisicaca….- alcanzando la pureza hasta en lo más carnal. Celebrar albatros, se llama uno de sus poemas, reflejando en dos palabras la fiesta del sentir en ingrávidos y deliciosos vuelos que nos alejan del torpe caminar por falsas realidades cotidianas. Lo explica en otro poema: “Te hieren menos si te mueves. Corta la mala honda, / llena el vacío de mantra y, con un alfiler de santo, / destroza tu certificado de actitud.”

¡Y qué dramaturgo!, además de teatral y teatrero, del que la oficialidad de la tramoya debería leer su Navegante que se quedó en Toledo –de pura avena, la definió Luís Antonio de Villena-.

Sorprende Liebanaca en el día a día, trabajando con la tenacidad de los anónimos y con la sabiduría de un sátrapa de Apuleyo, mientras suenan –su casa es siempre carnaval- esos discos de Caetano Veloso con el que coincidió en Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes no hace mucho. Es la pura creación: pinta mientras la luz natural entra a chorros por la bóveda acristalada de su estudio, que es laberinto y caos ordenado, echando un ojo al que ese día haya aparecido por allí a pintar y otro a las telenovelas, de las que va apuntando en sus libretas, como buen cazador de tópicos que es. Si no hay luz, toca tertulia, siempre sin dejar de apuntar y de dibujar. El mismo día que salía en prensa la noticia de su medalla, había quedado yo con él para hacer algunas modificaciones en los poemas de La equis mística, por aquellos tiempos en vísperas de publicación. Llamó Rogelio Blanco –Director General del Libro, Archivos y Bibliotecas-, pero lo que a Ginés le interesaba en ese momento era dar con la palabra adecuada en ese poema que no le convencía. Ya tendría tiempo de mirar el periódico.

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Es esta capacidad de trabajo la que le empuja a criticar la “pereza ante lo difícil” de aquellos que pretenden pintar sin saber dibujar y la “falta de sensibilidad” del arte actual. Y tiene razón, en unos tiempos que corren en los que el cuadro se ha convertido en un objeto bancario que se cuelga en la oscuridad de una caja fuerte haciendo las veces de sepulcro de un arte destructor que parece disfrutar encerrado. Así, mucho del arte contemporáneo –afortunadamente, no todo- tiene existencia de viuda a la que se le ha muerto el noble oficio de pintor y que se asfixia con el peso de la tradición, recurriendo al montaje, habiendo pasado de una época donde los cuadros hablaban con su silencio a otra donde un señor de esos a los que les gusta clasificar, y disfrutan catalogando y etiquetando, nos explica una pobre cosa de manera quintaesenciada; y todo, para justificar una simpleza de manchas repetidas hasta lo insoportable. La vanguardia deja de serlo cuando llega al gran público: la creatividad se transforma en marketing y lo artístico en arqueología: la verdadera vanguardia es incompatible con el establishment de galería, es arte “contempoerróneo”, como lo ha bautizado Ginés.

Hoy sólo se celebra a los pintores cerebrales, prematuramente envejecidos, considerando a los artistas de lo bello como artistas de perfil, donde la belleza nace de lo más espontáneo del oficio que busca transmitir la emoción. Lo importante, hoy en día, es la fecha, el dato, el nombre; a la obra en sí, sólo se le pide ser reconocible. Se vende el arte como una marca registrada, como una firma, alimentando el fetichismo del arte, el terrorismo en la cultura. Son leprosos de lujo que se venden a artificios poco artísticos y abandonando el dibujo que es la divinidad/sinceridad de la pintura, pues puede sintetizar con un trazo donde otros sólo hacen reduccionismo.

El maestro Liébana, en esta defensa de su Arte, y en contraste con esos pintores de torre de marfil que han destrozado la escalera para ser inalcanzables, es una ciudad tomada que nunca ha levantado murallas, el más suelto de los viajeros, el que cultiva la persecución como un irónico motivo existencial, consciente de que el éxito destroza; un artista al que no le importa recoger frutos más pequeños que los granos que ha sembrado.

Termino con unos versos dedicados a Pepe Hierro que bien podrían aplicarse a él mismo: “Pepe, estornino de hierro. / Pepe, picuda raspa que llena el papel de instantes / con simientes manchadas de brillantes”. Liébana, un maestro, y no se hable más.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Ginés Liébana, entre imágenes


Ginés Liébana, entre imágenes

Lo que más me impresionó del poeta y pintor Ginés Liébana (Jaén, 1921), al conocerlo en Verines en Septiembre del año pasado, fue su interés por la palabra, su obsesión por los neologismos de su invención, su genuflexión ante el singular y su persecución implacable en contra de los plurales. El plural es burdo, diluye la esencia, vulgariza la expresión, me decía insistentemente. Luego, con mi libro en sus manos, rehacía mis poemas sustituyendo los plurales por el singular, cambiando de sitio los adjetivos, mutando mis palabras, destrozando mis escritos, rehaciendo los poemas. Yo lo dejaba hacer, sin atreverme a llevarle la contraria, pues se ensimismaba en el oficio que decidió asumir, en un taller de poesía exclusivo para mí.

Durante las intervenciones, sacó sus acuarelas y se dedicó a pintar, sin perder ni un ápice de lo que decía el ponente de turno. A su lado, Juan Carlos Mestre, también como Don Ginés pintor y poeta, hacía lo propio.

Perteneció al Grupo Cántico, de Córdoba, ciudad en la que residió desde su adolescencia. Luego, escapa del Franquismo y recorre el mundo, viviendo en diversas ciudades: París, Río de Janeiro, Lisboa, Venecia. De dichas ciudades rememoraba con especial cariño su estada en la metrópolis brasileña. A su regreso a España, se radica en Madrid, donde actualmente vive. Su casa es taller de la imagen plástica y de la escrita.

Entre sus libros mencionamos los siguientes: Bye, bye, lágrimas, La tarde es Paca, Donde nunca se hace tarde y La equis mística.

Del poeta me llevo en el recuerdo su afición y su respeto por la palabra, sus pareceres sobre mis propios poemas; del pintor, una acuarela que me obsequiara como agradecimiento por haberle dejado mi libro; del hombre, su bonhomía y sus ocurrencias.

De su última publicación, extraemos el siguiente poema:


INCISO DIDÁCTICO

Ante la temblorosa incertidumbre no me dejo ver.


Me vuelvo, me desvelo de mí,

nutrido de abrasante espera.


No levanto ni un terrón del suelo.
Me arrastra un duende-niño.


Con temblor me arriesgo a que el aire elegido

pierda compostura.

La puerta de bronce cede a la estampa temprana de tu boca.


Poema: Ginés Liébana

enlace a fuente original

sábado, 1 de noviembre de 2008

De la blog de Aurora

Portada de mi poemario : Naufrag.
Gines Liébana(Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes)

Apenas recuerdo detalles de nuestra primera charla, todo eran elefantes de palabras que volaban a mi alrededor, yo me distraía con facilidad perdiéndome entre los cuadros, el chocolate, verdades de pincel y tu voz. En tu salón me besaba un don Juan caprichoso y tú apareciste en aquel instante, perdí el papel, mis lápices y el rosado de mis mejillas se volvió luz de ambulancia.

Sabiduría y risa me contagiaste.

Meses después apareció Mateo, mi Papanoel del amor, mi galle. Los primeros instantes se llenaron de risas: “Tu eres la que se lió en el salón de mi padre”. Yo que era pajarito sin nido abrí mis alas.

De esas pequeñas migas de pan surgió un camino, nuestra amistad, y libros y cuadros y amor.

Gracias Don Quijote de la palabra y Galle,
Sois lo mejor del ser humano pintados de esperanza.

Gines Liébana (Pintor y Poeta)
Mateo Liébana (Fotógrafo)

Aurora Garrido

Desvan Perdido

La serena impaciencia del paisaje...

Exposición de fotografía de Erika Barahona en Valencia ArteSpain.com

Exposición de fotografía de Erika Barahona en Valencia ArteSpain.com

1 Oct 2008 ... Ginés Liébana, Larry Bell, Hiroshi Sugimoto, Richard Serra, Sidney Pollack, Wim Wenders o el pintor español Eduardo Chillida. ...